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I

De la reflexión introspectiva emerge la necesidad de proyección a través de los sentidos. De lo espiritual en el Arte. De la conexión con la tierra, lo natural, lo real. Sentir que vives, fluir. Se requiere la afirmación de la existencia. Lo vívido y lo vivido. Por y para existir. Ocurre con la repetición, con el bucle insaciable de rutina, con su propia huida y la vuelta a él de forma voluntaria. Más que voluntaria, buscada, necesaria.

Yazco en el frio suelo de mi habitación, desorientada pero consciente.

¿Me reconozco cuando me llaman por mi nombre? Puede que mi existencia se asemeje más a otro, o que ese nombre ya no se pueda vincular conmigo. ¿He de responder la próxima vez que me nombren? Simplemente es la existencia de lo igual que iguala en condiciones a todos los optantes de la brillantez. Estoy dispuesta a oprimirme a exponerme a la salida del bucle e incluso sumergirme al bucle más profundo que encuentre. Si el extremo es necesario para afirmar la existencia que derive a la creación en busca de lo mismo, lo ya creado es decir lo innovador en mi ambiente, ¿estaría dispuesta a hacerlo?

II

Tanto el significado como las razones engloban el gusto de la necesidad creadora, de la satisfacción propia de autoafirmación, egoísta. Conjunto a la búsqueda del yo real en proyección con lo demás. Ser abstracto. En el proceso de alcanzar el objetivo los resultados se tornan dependiendo de la sensación propia y la expresión al exterior, la comunicación de lo de dentro.

 En consonancia con la realidad, se pretenden unir dos realidades, la mía introspectiva, desde mis ojos, desde dentro, con la realidad real, lo de fuera, lo del otro, lo de los demás. La conexión que más tarde se juntará con las infinitas realidades de los individuos. Esa realidad “del otro” se reflexiona desde nuestra perspectiva conformando diferentes piezas utilizando todo tipo de materiales que aporten un estrecho significado con la teórica simbólica de la obra.

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